Complicada, delicada, crítica, compleja, turbulenta, caótica, preocupante, desconcertante. Conceptos, entre otros, que se repitieron y que se viralizaron para identificar la semana que pasó y que, seguramente, seguirán marcando los días por venir de la gestión nacional. Cambiemos está pasando por su peor momento económico. La realidad le está poniendo una prueba a Macri y a su equipo: demostrar que sí son buenos pilotos de tormenta o bien que sólo resultaron ser unos afortunados de la política que llegaron al poder porque las estrellas se alinearon para jugarles en su favor. El premio o el castigo está a la vuelta de la esquina, en 2019; porque eso también está en el cuadrante de observación.
En horas donde la palabra de los economistas es la que más se busca y se escucha, ya sea para que expliquen qué es lo que está sucediendo, de quién es la culpa o bien para que pronostiquen qué es lo que se viene, también hay que detenerse en los gestos de los principales protagonistas políticos frente al volantazo nacional, porque las conductas que muestran fortalezas bien tratan de ocultar convenientemente sus debilidades. Pasó tras la sorpresiva decisión del macrismo -incluso desconocida hasta por sus socios radicales- de recurrir al Fondo Monetario Internacional para capear el temporal, actitud que la mayoría de los argentinos interpretó como un gesto de debilidad extrema por tener que recurrir al ente de la “mala palabra”, a esa sigla que es sinónimo de anticipo de crisis y de caos social en el país: FMI.
Se llegó al fondo. ¿Tan mal estamos? Tal vez haya sido la pregunta o la frase irónica más escuchada después del regreso al organismo internacional de crédito. Débil es la palabra que marcó al Gobierno nacional a causa del paso dado, y por más intentos verbales de demostrar que esta circunstancia era inevitable para sortear el trance de los vencimientos de deuda, la incertidumbre crece en función de una creencia generalizada de que el ajuste será inevitable y que el drama social será la consecuencia de los condicionamientos que imponga el FMI. El reto del macrismo es demostrar que esta debilidad esconde fortalezas para superar la crisis.
Comunicando gestos
La cita a los gobernadores “federales” -es decir a los más alejados del kirchnerismo y más proclives a mantener un buen diálogo con el poder central-, no fue precisamente un gesto de fortaleza de Cambiemos; muy por el contrario, implicó un reconocimiento de que los necesitan ahora más que antes, y de distinta forma. Fue una necesidad compartida para exponer que la gobernabilidad está asegurada y que el caos es sólo un fantasma. A tal fin, estos referentes territoriales fueron los primeros en ser convocados a sabiendas de que ninguno les daría la espalda y rechazaría el convite -el salteño Urtubey fue la excepción-, que se hizo ante la urgencia de Macri de contar con una foto que lo mostrara fortalecido. Es decir, un presidente acompañado y respaldado y no solo en este mal momento.
Hasta se cuidó que el mensaje inmediatamente posterior al encuentro fuera realizado por el ministro del Interior y no por los mandatarios provinciales. La palabra también importa, además de la foto (una buena leyenda interpretativa, se diría por estos lares). Así fue que Frigerio salió a hablar del aval que le habrían dado los gobernadores, mientras estos se retiraban en silencio. Para esta gestión la comunicación y la forma de comunicar es clave. Los hombres del interior hicieron lo que les pidieron, escuchar y posar atentos; para que se mostrara lo que más le preocupaba al macrismo: una imagen de que en el peor momento del Presidente, este no se había aislado, sino más bien que contaba con respaldo. Una especie de guardaespaldas institucionales.
Justamente este grupo de “federales” dialoguistas no le iba a dar la espalda. Todo calculado. Cumplieron, pero no pasaron demasiadas horas para que salieran a decir lo suyo so pena de quedar pegados totalmente a la suerte del Gobierno nacional, especialmente Manzur: no seré el gobernador del ajuste, dijo. Frase para que aquel acercamiento institucional no les signifique un revés político a futuro, pagando costos por una proximidad peligrosa. Al fin y al cabo, este sector del peronismo también quiere ser alternativa electoral en 2019 y de alguna manera tiene que diferenciarse de Cambiemos si desea competir con algún éxito el año entrante. Respaldo institucional sí; sociedad política, no.
No pueden parecer lo mismo, tienen que ser mejores, como lo dijo hace unas semanas Urtubey a LA GACETA. Acompañar al adversario que gobierna en las horas de debilidad es prudencia, ser socios en la caída, eso es otra cosa. Bien se dice que en el peronismo acompaña sólo hasta la puerta del cementerio. Hasta allí llega la lealtad.
De hecho, los gobernadores fueron los que salieron un poco más fortalecidos en este proceso delicado y complejo. Se puede sospechar que esta jugada para ser convocados fue pergeñada por los propios mandatarios al permitir que sus diputados aprobaran el proyecto en la Cámara Alta para volver los niveles tarifarios a diciembre último. Así, con la media sanción dejaron de ser importantes las alianzas entre los bloques parlamentarios; y ahora que la discusión pasó al Senado son los jefes de los Ejecutivos lo que deberán tener más preponderancia en la negociación cara a cara; pero no desde la debilidad, precisamente. ¿Quién tiene los votos?, ¿quién los necesita más?
¿Fue una jugarreta calculada o salió así, azarosamente? Si la norma no pasaba de Diputados nadie del PJ era ya necesario, pero como fue aprobada, el Gobierno nacional se vio en la obligación -encima en medio de los arreglos con el FMI- de recurrir a los gobernadores para mostrar una única fotografía con Macri ubicado a la cabecera de la mesa. A esos niveles ya no hay ingenuos. Ahora bien, los mandatarios: ¿le pasarán factura?, ¿sacarán provecho de la aparente debilidad de Cambiemos?, ¿acompañaran el proceso de ajuste que sobrevendría?, ¿volverán atrás con la norma sancionada en la Cámara Baja? Se rumora que el martes está prevista una reunión de gobernadores en la sede del CFI, en Buenos Aires.
Se viene un tiempo de negociaciones, externas e internas. En ese marco, Manzur se envalentonó el viernes por la noche: mientras el país habla de la cuestión financiera, nosotros estamos a la par de los productores; se lo escuchó decir en Trancas donde entregó vacas a productores de la zona. El gobernador dijo que no espera más aprietes del poder central pues entiende que ya hizo todos los deberes necesarios; y los enumera: no tengo déficit fiscal, no tomé deuda, no estoy expuesto a los vaivenes financieros internacionales, exporté por más de U$S 1.000 millones, cerramos las paritarias. “No me pueden decir que ajuste”; afirma.
Frente al signo de debilidad que implicó para Cambiemos el acudir al FMI, a la fortaleza adquirida imprevistamente por los gobernadores y a la sombra de las necesidades de votos en el Senado por parte de Macri, lo único que caben son reciprocidades institucionales mutuas en aras de asegurar las gobernabilidades de cada lado. ¿Qué negociarán? Desde el PE siempre se escucha la misma queja: no es posible que en dos años y medio no hayamos firmado un acuerdo para construir viviendas entre Nación y Provincia. Teniendo al FMI detrás y pidiendo ajustes, es improbable que haya acuerdos por obras públicas en ese sentido.
Sin embargo, no podrán tensar la cuerda porque hay padecimientos de ambos lados, hoy se necesitan, porque como dice un refranero hombre de campo: cuando allá truena, suele llover por aquí también. La reunión de Manzur con Alperovich, al día siguiente del encuentro con Macri, pareció inscribirse en lo que puede suceder en la Cámara Alta: una negociación para que el Presidente no tenga que pagar más costos frente a la sociedad con posibles vetos antipáticos y pueda mostrar una imagen de mayor fortaleza política. Pero, ¿con quién negociará el Presidente en el caso de Tucumán?, ¿quién es dueño de los dos votos provinciales del PJ en la Cámara Alta?: ¿Manzur o Alperovich?
Serán tratativas a seguir porque no sólo tendrán implicancias en el plano nacional, sino repercusiones a nivel del peronismo local. Manzur necesita mostrar que los dos senadores le responden para el arreglo -o desacuerdo- que sea con Cambiemos; sin embargo, el ex gobernador puede usufructuar la situación para enviar mensajes al peronismo tucumano sobre sus pretensiones para 2019. En medio de la crisis que afronta el Gobierno nacional, no sería aconsejable una apuesta al desgobierno en la provincia. Sin embargo, hacia ese núcleo de poder habrá que dirigir la mirada, porque por más crisis y nubarrones económicos que asomen para todos, la clase política jamás deja de pensar en sí misma y en sus alternativas. Siempre apuestan por ellos.
Los “K” quieren terciar
Y si los gobernadores “federales” ganaron acciones y el peronismo se moviliza atizado ante la merma de las acciones de Cambiemos -especialmente aquellas que hablaban de la reelección asegurada de Macri-, por estos lares también hay algunos dirigentes que tratan de convertirse en alternativa dentro del propio oficialismo tucumano.
Existe un grupo que lo intenta desde un ala minoritaria y fragmentada como lo es la del kirchnerismo; o bien cristinismo. En las PASO del año pasado, el kirchnerismo se presentó en la interna del PJ captando casi 60.000 votos entre las distintas vertientes. Es un caudal que, por ejemplo, los adherentes a Unidad Ciudadana (Hugo Cabral, José Cúneo Vergés y Jesús Salim), quieren concentrar a partir de acuerdos con el resto de sectores “K” que han dispersado sus votos. Se trata de ganar terreno y convertirse en una alternativa interna en el PJ, para ser oídos o para negociar, pero peleando desde el llano prácticamente. Representar la voz de cien mil almas es la aspiración de máxima, pero son muchos los que navegan en el mismo espacio además de los de UC: Kolina, Nuevo Encuentro, Santillán, La Cámpora, etc.